01 - On the road
Aquel que quiere viajar feliz, debe viajar ligero.
El viaje comienza poco antes del mediodía, cuando, con nuestras mochilas de 15 kilos a la espalda, cogemos el metro en dirección a Avenida de América. Todavía no somos conscientes de dónde nos estamos metiendo, pero la primera hora haciendo autostop en la salida de la A-2 es estimulante y nos llena de un optimismo injustificado. La mayoría de los conductores que pasan por nuestro lado no nos miran y ninguno hace amago de parar.
Esta forma de viajar requiere de una buena dosis de paciencia. No puedes perder la esperanza de que antes o después alguien te va a terminar recogiendo. Después de un buen rato esperando, se detiene un joven que se ofrece a llevarnos a la primera gasolinera transitada. Nos cuenta que hace unos años viajó haciendo autoestop hasta Bélgica durante un mes y nos explica algo que acabábamos de descubrir por nuestros propios medios: salir de una gran ciudad haciendo autostop no es tarea fácil. A pesar de que para llevarnos a la gasolinera deba desviarse de su ruta, decide hacernos el favor.
Una vez en la gasolinera, nos despedimos de él y empezamos a hablar con los conductores que se detienen para repostar o deciden hacer una parada en la cafetería. Tenemos bastantes esperanzas depositadas en los camioneros: conseguir un camión sería un gran logro para nuestro primer día como autoestopistas.
Los escasos treinta kilómetros que hemos avanzado nos impulsan a seguir hacia delante por el hecho de que ya hemos conseguido abandonar la ciudad. La imagen del cartel en la autovía que anuncia la dirección a Guadalajara es para nosotros la señal inequívoca de que ya no hay marcha atrás, de que la odisea hacia la que nos hemos lanzado con la impulsividad de nuestra juventud no ha hecho más que empezar. Como es normal, con el ánimo acrecentado y esa extraña sensación de invencibilidad forjándose a fuego lento en el pecho, nos disponemos a conseguir otro vehículo con la intención de llegar esta misma noche a Monzón, en Huesca, para pasar allí el fin de semana antes de emprender rumbo al extranjero.
Por desgracia, no empezamos con tan buen pie como nos gustaría. Tras varias horas sin éxito, hablamos con una pareja que se dirige a Zaragoza y, sin mucho convencimiento, terminan por acceder a llevarnos. Cuando estamos yendo a por nuestras mochilas para cargarlas en su maletero, el coche arranca y nos deja en medio de la vía de servicio completamente boquiabiertos con una cara de estupefacción que ojalá hubiésemos podido plasmar con la cámara.
Sin embargo, la suerte se pone de nuestra parte en cuestión de minutos, cuando encontramos un BMW conducido por un par de profesores de defensa personal que vuelven a Barcelona de un curso y se ofrecen a llevarnos hasta Monzón. El viaje es entretenido: algo más de tres horas al ritmo de Extremoduro y Judas Priest hablando un poco de todo entre risas. Resulta sorprendente el vínculo que puede llegar a crearse entre autoestopistas y conductores, lo fácil que puede ser encontrar un factor común entre dos desconocidos.
Quizás la suerte del principiante, podríamos llegar a pensar más tarde, influyó en que nos dejaran dentro del pueblo y a tan solo dos manzanas de la casa en la que nos esperaban una cena y una ducha caliente a las que no nos conviene acostumbrarnos. El viaje promete toda clase de penurias y dificultades que todavía no llegamos a imaginarnos, pero en este caso los comienzos son más fáciles de lo que habitualmente suelen ser. Ya tendremos tiempo de plantearnos abandonar cuando no tengamos la posibilidad de un retorno rápido y la distancia de casa sea un verdadero obstáculo para regresar.
Transición de fotos:
01 - On the road
Síguenos en Twitter