07 - Días ImpresioNantes


Todo eso, a pesar de su monotonía, me parecía tener ahora un aspecto más respetable, y sentía la impresión de que se ofrecía a mi contemplación para que lo mirase tanto como quisiera, como posesor de tan gran porvenir.

Charles Dickens, Grandes esperanzas

Amanece en Burdeos y el sol entra orgulloso por las ventanas desvencijadas del hotel. Desde el saco, nos sorprendemos al ver al mallorquín en pie frente a nosotros esperando a que nos levantemos. Hablamos un rato con él y nos cuenta que trabaja en la reconstrucción del lugar y el propietario le ha dado permiso para utilizarlo como domicilio mientras sus ingresos no le permitan costearse algo mejor. Nos invita a ir con él a un comedor social a desayunar un café, a lo que accedemos sin dudar. Varias personas que nos encontramos allí nos informan de las posibilidades que tiene la gente con problemas económicos en Francia para sobrevivir. Nos hablan de las ayudas que el gobierno francés destina a trabajadores y parados, de la existencia de un número telefónico (115) para reservar una cama gratuita en cualquier ciudad con derecho a baño y lavadora (aunque la limitación de sus plazas convierte esta oportunidad en una lotería), de la facilidad de moverse con el tranvía sin gastarse un duro o las opciones laborales en viñedos en ciertas épocas del año.

Esa tarde decidimos colarnos en un tren con destino a Libourne con la intención de encontrar trabajo en el proceso de la elaboración del vino para hacer algo de dinero antes de seguir nuestra aventura. Llevamos ya unos días con la idea en la cabeza y se nos hace más cercana la imagen de la recogida de la uva como una prometedora y entretenida tarea con la que poder financiarnos el viaje. Una vez allí, en busca de un lugar donde nos puedan informar sobre un empleo de esta índole, acabamos en un Pôle-Emploi (oficina de empleo) en el que nos dicen que la época de recolecta ha terminado.

De esta manera, nos subimos al tren de vuelta a Burdeos y, con la moral diezmada, decidimos probar con otra ciudad que nos brinde la oportunidad de encontrar trabajo. Esa ciudad podría ser Nantes. La amiga de un familiar lleva unos años viviendo allí y nos había ofrecido su casa en el caso de que hiciéramos allí una parada. Así que, de nuevo en Burdeos, nos decantamos por esta opción y accedemos como polizones a un tren con dirección al norte.

A nuestra llegada nos esperan con impaciencia las dos fantásticas compañeras de piso que nos van a dar alojamiento durante la próxima semana. Ambas trabajan como profesoras de español en institutos de la zona. Una de ellas ha vuelto hace poco de un viaje a Tailandia y lleva ya dos años viviendo en Nantes, lo cual explica lo bien que se defiende con el idioma. La otra estudia todas las especialidades de la carrera de traducción e interpretación y está centrada en lenguas eslavas: un ejemplo a seguir en muchos aspectos. Terminando la semana, nos alojarán en su casa una nueva amiga andaluza y su compañero de piso francés con quienes también pasamos muy buenos ratos.

Durante nuestra estancia en la ciudad buscamos trabajo a diestro y siniestro. Recibimos una llamada para trabajar en un restaurante del centro, pero es solo para una persona y para cubrir una baja de un día. A pesar de todo, conseguimos una inyección de capital que le vendrá muy bien a nuestro bolsillo. En cuanto a las visitas turísticas, podemos ver el elefante mecánico de Nantes, un carrusel temático con figuras de 20.000 leguas de viaje submarino, el típico Marché de Noël, el castillo, la catedral... La vida nocturna tampoco está nada mal en la universitaria y joven ciudad y aprovechamos para conocer gente nueva y mejorar nuestro francés. Finalmente, nos despediremos de Nantes dejando en ella un pedazo de corazón.


Mapa de Ruta:



Transición de fotos:
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