20 - I ♥ Amsterdam


No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos.

Cesare Pavese

El hotel de Amberes nos ha cargado las pilas y nos levantamos con la energía necesaria para llegar a Ámsterdam y pasar allí la nochevieja. Desafortunadamente, hemos dormido tan a gusto que el despertador no ha cumplido su función y nos perdemos el desayuno.

A pesar de eso, tiramos de nuestras provisiones para almorzar ya en la puerta de la estación. La magia de este viaje ha convencido a nuestro amigo para acompañarnos un día más: su tía puede esperar para verle el año que viene. Conseguimos pasar desapercibidos en el siguiente tren y llegamos pronto a Rotterdam, así que no dudamos en visitar la ciudad.

Nuestro compañero pretende estudiar arquitectura y no podemos imaginar una parada mejor que esta: Rotterdam está plagada de edificios impresionantes, puentes que nos dejan con la boca abierta y, en general, un diseño urbanístico como no hemos visto en otra ciudad europea.

Hacemos una parada para retomar el aliento en el puerto entrando de extranjis en un barco desde donde tenemos unas vistas privilegiadas antes de seguir nuestra ruta. El viaje en tren a Ámsterdam transcurre sin complicaciones con los revisores y nos plantamos en la capital antes de que nos den las uvas.

Conseguimos dejar las mochilas en un hotel por unas horas y nos dejamos llevar deteniéndonos en varios coffe-shops, caminando sin rumbo por el barrio rojo y, como acostumbramos a hacer frecuentemente, hablando con todo el que nos encontramos.

Cambiamos de lugar las mochilas y buscamos un sitio para empezar el año nuevo. La ciudad se encuentra sumida en el caos más absoluto: las sirenas de la policía se dejan oír tras el sonido de los cientos de petardos que retumban en la noche holandesa. La gente bebiendo y riendo, en bicicleta y andando, contagia una alegría especial; todo el mundo paseando por la calle con una sonrisa en la cara. Recibimos el año viendo los fuegos artificiales desde el puerto de Ámsterdam.

Después de disfrutar de un ambiente inmejorable en una noche difícil de olvidar, el cansancio se apodera de nosotros y nos vemos obligados a dormir en la estación, en una pizzería, en una cafetería e incluso un rato en la recepción de un hotel para poder lidiar con el frío que se mete en los huesos.

Ya medianamente descansados, pasamos el último día con el mochilero venezolano antes de que nuestros caminos se separen y salga esta misma tarde hacia Londres para encontrarse con su tía. Nos despedimos de él con la intención de volver a encontrarnos pronto en la carretera y nos disponemos a continuar nuestra aventura.

El próximo objetivo es Múnich, así que cogemos un tren hacia el sur y llegamos a Breda. Todavía no es tarde para hacer kilómetros y le hemos cogido el gusto a nuestro medio de transporte, con lo que nos metemos en otro tren en el que avanzamos un poco antes de que nos cacen. Después de tres trenes más llegamos a Colonia, desde donde conseguimos entrar en un nocturno a Suiza. Caemos en un sueño lo suficientemente profundo para que los revisores no se molesten en despertarnos y, a las seis de la mañana, llegamos a Zúrich. Es hora de levantarse.

Mapa de ruta:


Transición de fotos:
20 - I ♥ Amsterdam


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