09 - 2414 km


Nada importa, pues, más que no seguir, como ovejas, el rebaño de los que nos preceden, yendo así, no a donde hay que ir, sino a donde se va.

Séneca, De la felicidad

El sol francés brilla esta mañana más que de costumbre, jugando con las nubes en el cielo. Hoy pretendemos llegar a Chartres pronto para poder ver su famosa catedral y continuar hasta París, a tan solo 80 km. Comenzamos a andar por la nacional los 9 km que nos separan de nuestro primer destino. Apenas hemos salido, nos encontramos en la cuneta un guante de neopreno y lo cogemos con la esperanza de hallar su pareja. La fortuna nos sonríe concediéndonos guantes nuevos y un coche a Chartres.

La conductora que nos acerca es una fiscal portuguesa que se dirige al trabajo. En el trayecto descubrimos lo bien que entendemos el portugués y el buen oído que tiene ella para el español. Se ofrece a invitarnos a comer en su descanso laboral y, aprovechando la situación, vamos a la catedral sin mochilas. Cuando nos viene a recoger, todavía seguimos fascinados por la complejidad arquitectónica del templo.

Nos lleva a un restaurante donde nos decantamos por la gastronomía francesa y devoramos plato tras plato en animada conversación. Terminamos con toda la comida y nos despedimos de ella en una rotonda en dirección a París. Un cigarrillo más tarde, conseguimos parar un nuevo coche, que nos llevará a la capital francesa.

Con ritmos congoleños sonando en la radio, el jefe de mecánicos de un equipo de F1 nos acerca a nuestro último destino. Las costumbres españolas comienzan a aflorar y, como es lo propio después de un banquete, nos echamos una siesta en el coche, que se ve interrumpida por un fallo en la temperatura del motor que nos acaba costando tres paradas en el arcén de la autovía.

Finalmente, llegamos a París y seguimos la pista de un camping donde pasar la noche. Antes de llegar, vemos un pequeño bosque que nos hace cambiar de parecer y escondemos las mochilas allí con la intención de hacer turismo sin riesgo de lumbalgia. Visitamos el Arco de Triunfo y, bajo la torre Eiffel, presenciamos una romántica pedida de matrimonio junto a un carruaje que poco tiene que envidiar al de Cenicienta.

Como no podía ser de otra manera, deambulamos por las calles de París y terminamos en un museo de arte moderno de gusto dudoso en el que nos invitan a cerrar la puerta por fuera. Accedemos al metro de forma poco ortodoxa para regresar al bosque y una vez allí comprobamos aliviados que nadie ha descuierto nuestro escondite. Ya con el campamento levantado, disfrutamos de un merecido descanso. Londres queda más cerca.


Mapa de ruta:


Transición de fotos:
09 - 2414 km


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