13 - No cash, no job


Un buen viajero no tiene planes fijos ni la intención de llegar.

Lao Tse

Nuestra estancia en Londres transcurre con más complicaciones de las habituales, a pesar de que tenemos el apoyo de un buen amigo ofreciéndonos su casa hasta que encontremos trabajo. Aunque esto último resulta extremadamente sencillo en la capital inglesa, las dificultades del día  a día irán minando nuestra moral y sedimentarán en nuestras cabezas la idea de abandonar la ciudad.

Nos alojaremos en la habitación doble que tiene alquilada nuestro amigo en una casa en la que conviven una veintena de estudiantes y jóvenes trabajadores que han venido a probar fortuna. Allí y en una residencia vecina, conocemos buenas personas y las buenas historias que hay detrás de cada una de ellas. Compartimos momentos con italianos, españoles, franceses, un singapurense... de todo menos ingleses.

Por supuesto hacemos las visitas turísticas de rigor al London Eye y al Big Ben, vemos los palacios de Buckingham y Westminster, damos una vuelta por Trafalgar Square y disfrutamos de los parques más representativos, de lo que dejamos constancia en nuestra cámara.

Pero si nos quedamos algo más de una semana en suelo londinense es para ganar dinero, y para eso hay que montárselo bien. Aparte de buscar por internet, que parece ser el método más común en el país para que las empresas contraten personal, nos ponemos las pilas y pateamos durante dos días el mercado de Camden Town y algunos locales del centro por la zona de Picadilly y Oxford Circus.

Enseguida nos sorprende la alegría con que somos recibidos en multitud de comercios y la cantidad de trabajo disponible en la ciudad. Nos ofrecen un training para un bar español, empleo en una cafetería, una oferta para promocionar un local emergente y varias entrevistas para la próxima semana. Londres está llena de oportunidades.

Sin embargo, por encima de todas las ventajas que se nos ofrecen, destaca un único pero crucial inconveniente: no tenemos dinero. Hasta el momento este pequeño percance no había supuesto un problema, ya que no carecemos de ciertas picardías.

Pero la vida en Londres está excesivamente controlada: hay una gran cantidad de cámaras y guardias de seguridad vigilando cada acceso del Metro y, aunque por el momento nos movemos con soltura, apreciamos la dificultad de mantener gratuito nuestro actual medio de transporte.

Además, nuestras provisiones de comida comienzan a escasear y, finalmente, con la vuelta a casa por Navidad de nuestro amigo, nos quedamos sin techo bajo el que dormir. Desistimos por el momento de forzar nuestra suerte y decidimos dejar la ciudad. Conformes con nuestra parada, con más amigos que hace una semana, nos disponemos a dormir en el living room del 69 de Cranhurst Road antes de dirigirnos al Norte.


Mapa de ruta:

Transición de imágenes:
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