11 - En la frontera
Viajamos para cambiar, no de lugar, sino de ideas.
Hipólito Taine
Bonjour! Casi es mediodía y no nos hemos dado cuenta: una cama y una ducha caliente hacen relajarse a cualquiera. Salimos de casa para hacer un poco de turismo y regresamos a la hora de comer para atacar el plato típico que nos ha preparado nuestra anfitriona acompañado de un par de botellas de vino francés. La sobremesa se prolonga con la llegada de varios amigos y pasamos la tarde entre risas y música improvisada. La guitarra cambia de manos tan rápido como el vino y las conversaciones fluyen en inglés, francés y español indistintamente.
Al día siguiente seguimos nuestro camino después de pasear por el mercado de Wazemmes. Nuestra primera conductora es una enfermera que se dirige al trabajo. Nos deja en Bailleul, todavía a un centenar de kilómetros del Canal de la Mancha, donde sucumbe a nuestros pulgares un agricultor de la zona. En una nube de humo con olor a puro nos aproximamos a Calais mientras nos cuenta acerca de los diferentes cultivos en el norte de Francia y las posiblilidades de trabajo en el sector primario.
Nos despedimos de él bastante más cerca de la costa y, apenas nos quitamos las mochilas, se ofrece a llevarnos una profesora de primaria que va directamente a Calais para dar clase. Una vez allí, nos promete acercarnos hasta la terminal de ferries si a la salida de su trabajo seguimos en la ciudad. Buscamos una oficina de correos para mandar unas postales a casa y, ya bien entrada la tarde, nos disponemos a comer un delicioso bocata de paté francés en un céntrico parque. Paseamos por las calles haciendo tiempo hasta la hora de cierre del liceo y nos reencontramos con la profesora, que nos dejará en la frontera.
No parece que vaya a ser fácil cruzar a Inglaterra sin dinero. En los peajes y controles aduaneros previos al acceso a los ferries nos prohíben hacer autostop y nuestros intentos por conseguir transporte hacen brillar las sirenas de varios coches de policía.
Finalmente, decidimos probar suerte en la terminal siguiendo el consejo de un ex-militar belga que encontramos por la zona. En la puerta coincidimos con otro compañero de gremio que pretende hacer lo mismo que nosotros: un estudiante de filosofia y voluntario en una ONG que ayuda a fabricar casas para acoger a inmigrantes ilegales y quiere regresar a su país a dedo.
Jugando a fútbol con él, se nos pasan las horas sin que apenas entre gente a comprar su billete. Después de haber compartido una modesta cena y con la noche encima, nuestro nuevo amigo nos comenta acerca de un garage donde poder dormir calientes a solo unos kilómetros de allí. Accedemos a acompañarle y, tras una caminata nocturna amenizada por varios grupos de ilegales que pretenden colarse en el ferry, llegamos a nuestro "albergue". Mañana será nuestro turno.
Mapa de ruta:
Transición de fotos:
11 - El la frontera
Síguenos en Twitter